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La aceptación nos ayuda a dejar atrás el pasado y a tomar las riendas del presente para poder empezar a construir nuestro futuro. Los líderes pueden aprender a manejarla como recurso para acelerar y potenciar más eficazmente los procesos de cambio y crecimiento.
Por Ignacio Bernabé
Comenzamos hoy con una nueva triada de la serie «Recursos de Growth Management» referida a 3 actitudes que nos van a ayudar a potenciar más eficazmente los procesos de crecimiento, que son: la aceptación, la determinación y la convicción. Abordaremos el primero de los recursos, la aceptación.
Los seres humanos somos complejos y es un hecho que permanecemos en un estado constante de cambio, aunque no seamos demasido conscientes.
Y aun siendo un hecho que somos cambio en estado puro, nos resistimos a cambiar, no sólo cuando logramos un estado de cierta comodidad o bienestar, sino también incluso en situaciones duras o dificiles, o ante importantes retos o complejos desafíos como estamos hoy en día viviendo.
Y es que la resistencia al cambio es algo inherente a la naturaleza humana. Por un lado somos animales de hábitos, nos cuesta dejar de hacer aquello que estamos aconstumbrados a hacer. Y por otro, la incertidumbre nos asusta y el miedo nos paraliza.
Sin embargo a lo que te resistes, persiste. Por ello que cuando el cambio es necesario, hay que cambiar o la situación nos terminará por pasar por encima sin tener ningún control sobre ella ni sobre sus efectos en nosotros y en otras personas. Y cuando el cambio, aun sin ser necesario, es importante, hay que cambiar si queremos aprovechar la oportunidad de hacerlo.
Ante estas situaciones de natural resistencia al cambio, la aceptación es el primero de los recursos que debemos manejar. Nos ayudará a desbloquear el estado actual para avanzar hacia un nuevo estado deseado.
Para activar la aceptación, debemos comprender el cambio como nuestra más eficaz herramienta de crecimiento. El cambio nos da la posibilidad de revisar, reinterpretar, rehacer, etc. Es decir, la posibilidad de reinventarnos a cada momento para poder crecer dinámicamente de un modo más eficaz. Entender que más que una necesidad, es por encima de todo una auténtica oportunidad nos ayudará a aceptarlo y a manejarlo más eficazmente.
Fundamentación científica
Es un hecho que las células de nuestro cuerpo se renuevan constantemente y que entre siete y diez años tan sólo, todas han cambiado, es decir, literalmente tenemos un nuevo cuerpo. Si bien el ADN que tiene las instrucciones se va dañando hasta que eventualmente impide la división de células, y es así como envejecemos.
Pero todos hemos oido hablar de la sabiduría de los viejos. Sin duda a medida que nos hacemos mayores, acumulamos un mayor conocimiento sobre la vida y sobre nosotros mismos. Sólo tenemos que mirar hacia atrás y observaremos que afortunadamente no somos los mismos en nuestra manera de pensar, de sentir y de hacer. ¡Hemos evolucionado!.
Y es que la memoria humana es una especie de disco duro dinámico, aunque no del todo fiable. Por una parte la información que almacenamos va cambiando conforme crecemos a lo largo de la vida, y por otra se va difuminando conforme pasa el tiempo.
Es de este modo como en la memoria residen nuestros recuerdos en linea con nuestras actuales creencias, que en ningún caso se corresponden con la realidad objetiva (la que realmente hemos vivido) sino con la percibida (la que interpretamos) desde un recuerdo cada vez más difuso de la misma.
Otro aspecto a considerar es que a pesar de que la personalidad tiende a ser relativamente estable, también cambia desde la experiencia vital, y especialmente el carácter que se conforma desde nuestros hábitos y comportamientos.
Por último, la interacción entre los genes y el entorno determina las conductas, que son consecuencia de las experiencias que vivimos en relación con nuestra propia actividad mental.
La neurobiología nos enseña cómo en definitiva el cerebro cambia a cada momento, con cada experiencia o aprendizaje, pero pese a que el cambio forma parte de nuestras vidas, nos resistimos una y otra vez a cambiar cuando se presenta la necesidad u oportunidad de hacerlo.
Sin embargo, aceptar el hecho incuestionable de que todo cambia en nosotros y a nuestro alrededor, implica aceptar el cambio como un mecanismo, no sólo de supervivencia, sino de evolución de nuestro propio Ser, algo directamente relacionado con nuestro compromiso, competencia y felicidad.
Se trata de aceptar por tanto el cambio, como una auténtica oportunidad para superarse y mejorar como personas y como profesionales, también como organizaciones y como sociedad en general.
Se acepta más fácilmente el cambio desde la comprensión de que nuestros pensamientos son sólo interpretaciones, que nuestros sentimientos son subjetivos y personales, y que nuestros recuerdos son memorias deformadas por el tiempo, todo lo cual nos da la oportunidad de revisar, reinterpretar, rehacer, etc. Es decir, la oportunidad de desarrollar nuevas formas de pensar, sentir y hacer.
Pero la aceptación no es resignación ni conformismo, pues a diferencia de estas conductas limitadoras, nos hace ser conscientes de que podemos empezar a construir una nueva realidad, reportándonos emociones más productivas. Nos ayudará a superar la negación, el enfado y la tristeza, para impulsarnos hacia un proceso de superación personal.
Tal y como expresa Steven C. Hayes, la aceptación beneficia nuestra apertura psicológica: nos adiestra a reconocer la realidad y fomenta nuestra sensibilidad hacia nosotros mismos y nuestro ambiente social. Es decir, nos ayuda a expresarnos, relacionarnos y crecer más eficazmente en relación con nuestro entorno.
Aplicación en la empresa
Los líderes pueden aprender a manejar la aceptación en muy directa asociación con el sentido (del cual ya sabemos que es un aunténtico motor, gracias a las investigaciones de Victor Frankl) y con la visión.
Cualquier cambio consciente, requiere desarrollar una visión con sentido. Si no hay visión, no hay situación hacia adonde ir, ni camino que recorrer. Y si no hay sentido, nos terminaremos por convencer que en realidad no vale la pena intentar cualquier cambio y nos resistiremos a esa posibilidad.
La aceptación juega ahí un papel fundamental en ayudar a los líderes a crear en sus equipos una visión de presente y de futuro (quiénes somos, quienes queremos Ser y qué vamos a hacer para lograrlo), convirtiéndose en gran un acicate que los impulsará desde la poderosa idea del cambio como oportunidad.
En conclusión
La aceptación es la primera de las actitudes que hay que potenciar para facilitar cualquier proceso de cambio y crecimiento. Es un recurso que nos ayuda a dejar atrás el pasado (lleno de incertidumbres, miedos, frustraciones…) y a tomar las riendas del presente (oportunidades, fortalezas, aprendizajes…) para empezar a construir nuestro futuro en línea con nuestro verdadero potencial. Desde este enfoque los líderes pueden potenciar en sus equipos un mejor desarrollo, proyección y resultados.
Artículo publicado en la sección Growth Management del Observatorio de RRHH
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