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La consciencia es uno de los principales recursos de crecimiento del Ser humano. Aprender a manejarla y potenciarla es algo que depende de nosotros mismos; una oportunidad a la vez que una responsabilidad. Los líderes pueden lograr a través de ella un mayor desarrollo, proyección y resultados junto a sus equipos.
Por Ignacio Bernabé
La consciencia nos ayuda a reflexionar sobre nosotros mismos y sobre la vida, y a reconocernos como personas que crecemos en relación con el entorno, siendo parte de una sociedad y teniendo un lugar en el mundo. Sin embargo, a pesar de que es una de las grandes herramientas de crecimiento, la utilizamos muy poco y cada vez menos en un mundo que no nos da ni un respiro.
Jon Kabat-Zinn explica que “aumentando el nivel de consciencia, los cambios vienen solos”. Y es cierto, porque la consciencia nos permite resituarnos desde nuevas perspectivas, algo que en sí mismo nos impulsa a cambiar.
En este sentido el Growth Management promueve y aplica la idea de que: “crecer es la consecuencia de cambiar con sentido, consciencia y responsabilidad”.
Necesitamos encontrar, por tanto, momentos para poner mayor consciencia en nuestras vidas, lo cual, como veremos, resulta determinante para nuestro desarrollo personal y profesional, y para la construcción de ese futuro que deseamos, en línea con todo ese potencial que aun nos queda por descubrir.
Los líderes, por su parte, pueden aprender a manejar eficazmente la consciencia, para potenciar a sus equipos hasta un nivel superior de competencia.
El poder de la consciencia es enorme, pero:
- ¿Cómo manejarla lo más eficazmente posible?.
- ¿En qué medida el modo en el que lo hacemos impacta sobre nuestra salud?
- ¿Y sobre nuestro desarrollo, proyección y resultados?
Fundamentación científica
La consciencia se maneja desde los pensamientos, que no son otra cosa que las diferentes interpretaciones que cada cual hacemos de la realidad.
Potenciar la consciencia significa, por tanto, conectarnos más profundamente con nuestras circunstancias (internas y externas), para interpretarlas de modo que podamos manejarlas más eficazmente, algo que hacemos a través de nuestra capacidad de pensar, a mi juicio la más importante del ser humano y la que realmente marca la diferencia.
Esto en sí mismo ya es importante, pero lo que realmente resulta fascinante el hecho de que cambiando nuestros pensamientos, cambiamos también nuestra biología; a mejor o a peor, sanando o enfermando, creciendo o literalmente, como veremos, muriendo poco a poco.
La neurociencia ha demostrado que la práctica del pensamiento positivo, la reflexión profunda y la atención plena, logra que zonas que tienen que ver con aspectos clave como el aprendizaje y la memoria, se amplíen. La amígdala, la zona del cerebro que reacciona a las amenazas y secuestra la atención, se refuerza. Y también se mejoran las conexiones neuronales e incluso se dan cambios en el genoma.
Tal y como explica Bruce Lipton: “No somos víctimas de nuestra genética. Tenemos el poder de cambiar nuestra manera de vivir y de percibir el mundo, además del de cambiar nuestra biología”.
O Carl Simontong cuando afirma que: “cambiando nuestras creencias conscientes y actitudes, cambia la química básica en nuestros órganos”.
En la práctica todo ello tiene que ver con nuestra capacidad de analizar e interpretar positivamente las situaciones y el modo en el que podemos enfrentarnos de manera más saludable y con mayor eficacia a ellas (el sentido de la consciencia), lo cual lo cambia todo.
Por ejemplo, podemos estar objetivamente en un entorno sano y de oportunidad (una familia, un equipo, un proyecto…), y no ser capaces de ver lo bueno que tiene o cuanto menos sus posibilidades. Esto, desde luego, afectaría tanto al proceso (el modo en el que me relaciono con mis circunstancias) como a los resultados, algo que tiene al menos una importancia relativa.
Pero si más allá de no ver la oportunidad, practicamos un pensamiento negativo, entonces estaremos creando un entorno realmente nocivo para nuestro organismo que frenará, literalmente, nuestro propio crecimiento. Esto, sin duda, sí es realmente relevante por cuanto que afecta negativamente a nuestra salud y bienestar.
La práctica del pensamiento positivo, sin embargo, nos permite liberar una energía potenciadora de un entorno orgánico saludable, pues a través del sistema nervioso genera una química que modifica la composición de la sangre mejorando ampliamente la salud y la eficacia de nuestras células. Todo lo cual va a influir muy significativamente, no sólo sobre nuestra salud y bienestar, sino también sobre nuestro desarrollo, proyección y resultados, pues determina aspectos clave en este sentido como son: la motivación, la creatividad, el aprendizaje, la concentración o la memoria, entre otros.
Por todo ello está demostrado los optimistas (quienes manejan las situaciones desde los aspectos positivos que frente a otros, son capaces de encontrar), viven más y mejor, son más productivos, crean y aprovechan mejor las oportunidades e influyen más eficazmente en los demás aportando más a las organizaciones.
Y por ello los equipos y las organizaciones que dedican tiempo y calidad a potenciar la consciencia, crecen de un modo más saludable, competitivo y sostenible.
Aplicación en la empresa
Veamos un ejemplo sencillo y práctico de cómo los líderes pueden elevar y mantener alta la consciencia en sus colaboradores:
- Crear una dinámica de espacios para la reflexión compartida. Sesiones (quincenales por ejemplo) donde los líderes facilitarán a nivel individual y colectivo, el análisis y la práctica de un pensamiento positivo en relación al desarrollo, proyección y resultados del equipo.
- Pondrá en valor competencias como la escucha activa, las preguntas transformadoras, la observación sistemática y el feedback, entre otras.
Preguntas como estas deberían encontrar respuesta:
- ¿Quiénes somos como equipo?
- ¿Quiénes queremos Ser?
- Y ¿qué vamos a hacer para lograrlo?.
Es útil que los líderes se apoyen en papelógrafos, pizarras o aplicaciones que permiten recoger todas las ideas en tiempo real de una forma dinámica y eficaz.
Y sobre todo, que potencien el desarrollo del rol y la competencia del líder como Growth Coach, entre otros roles y competencias que facilita el Growth Management.
En conclusión
La consciencia es uno de los principales recursos de crecimiento del Ser humano. Aprender a manejarla y potenciarla es algo que depende de nosotros mismos; una oportunidad a la vez que una responsabilidad.
Nuestra capacidad de pensar de manera positiva, pone en nuestras propias manos nuestra salud y bienestar, así como el desarrollo de nuestro talento y el modo en el que podemos proyectarnos tanto a nivel personal como profesional.
Los líderes pueden entrenarse y desarrollar un gran número de estrategias para elevar y mantener alta la consciencia de sus colaboradores, generando en sus equipos un mayor desarrollo, proyección y resultados.
Artículo publicado en la sección Growth Management del Observatorio de RRHH
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