#CongresoGrowthManagement
Con motivo del 1er Congreso Internacional de Growth Management, iniciamos una serie de publicaciones que inspiran el contenido expuesto en las distintas conferencias.
En 2011 se publicó el libro “El gran equipo” (LID Editorial) donde Ignacio Bernabé presentaba su visión Capital-Humanista de las organizaciones, así como el modo de llevarla a la práctica a través del concepto Gran Equipo. Este texto escrito entonces, nos introduce en ella a través de 3 conceptos que resultan altamente transformadores y determinantes del modo en el que las personas se relacionan más eficazmente en las organizaciones, para lograr resultados superiores. Algo que en la situación actual, cobra de nuevo un gran sentido.
Ignacio Bernabé
«Concibo a las organizaciones como espacios de crecimiento personal y profesional, donde el camino y no la meta en sí misma es el punto de encuentro entre los intereses personales y organizacionales y el amor en mayúscula, el soporte del compromiso».
Propongo con determinación esta visión construida desde una honda base filosófico-empírica, como ariete para realizar un cambio necesario.
Suelo referirme a la gran crisis mundial iniciada en 2007, como la gran crisis de valores. Una situación reflejo de un sistema que no funciona: que no nos ayuda a crecer como organizaciones, y mucho menos como personas. Que en lugar de orientarnos y alentarnos a vivir conforme a nuestra propia esencia, termina por alejarnos de ella contribuyendo a ese individualismo exhacerbado predominante e interesado que frena nuestro desarrollo.
Un sistema que nos ofrece conocimiento como único medio para crecer. Que nos dice como es el mundo, en lugar de ayudarnos a descubrirlo. Y que se atreve a sugerirnos quienes somos y quienes podemos llegar a ser en función de lo que hagamos o dejemos de hacer. Que nos hace creer que la felicidad está en los bienes materiales y en la belleza, o a falta de esto en conformarnos con lo que tenemos sin aspirar a lo que nos es legítimo, deseamos y podemos alcanzar.
Un sistema proteccionista que levanta muros a nuestro alrededor construidos a base de viejos paradigmas, de creencias tan populares como inciertas muchas de ellas, de verdades a medias e interesadas, y de prejuicios sociales que terminan por arañar nuestra libertad y coartar la puesta en valor de nuestro potencial.
Un sistema ineficaz que se olvida de lo más importante para nuestro crecimiento como seres humanos, como organizaciones, y como naciones: el autodescubrimiento. ¿Quién soy realmente?. ¿Cuál es mi esencia? ¿Qué capacidades tengo? ¿Cómo desarrollarlas y ponerlas en valor? ¿Cómo construir mi fortaleza personal y mi camino vital?. ¿Cómo dar un sentido más profundo a mi vida y encontrar mi causa mayor? ¿Cómo servir a los demás desde mis virtudes?.
Sin autodescubrimiento no hay firme creencia en la capacidad de las personas. Y sin esta no hay crecimiento que se precie, ni creación que se soporte con firmeza; tampoco autorealización ni felicidad. La responsabilidad individual se diluye, y la institucional se transforma en más ineficacia. Y a partir de ahora esto será más verdad que nunca.
Nos encontramos en un punto de no retorno, tras haber creado a nivel global un contexto inédito e inimaginable tan sólo hace algunos años. Un lugar de tan concretas caracteristicas, que no dudo en calificar como de oceánico. Un entorno sobredimensionado, sobrecomunicado, increiblemente relacionado, y más dinámico, complejo, y competitivo que nunca, que no favorece sino todo lo contrario, la riqueza y el bienestar deseable para todos. Y ello por cuanto que ante su excesiva complejidad, tan sólo los que aprovecharon mejor el largo tiempo de bonanza, están ahora preparados para reaccionar en el modo y tiempo adecuados.
Sin apenas poder ocuparnos de nosotros mismos, mucho menos pensaremos en ocuparnos de quienes más lo necesitan: las desigualdades y la injusticia social corren el peligro de ser aún mayores. El desempleo puede hacer estragos, y las generaciones venideras, nuestros hijos, faltos de ilusión y de preparación al nivel exigido por este nuevo contexto, podrían pagarlo muy caro; ya está siendo así.
Esta situación podría haberse atenuado incluso evitado en buena medida si nos hubieramos ocupado debidamente desde la infancia y a lo largo de la vida del desarrollo de las personas como seres humanos y como profesionales competentes que necesitamos ser. La gran crisis de valores, hubiera quedado en una crisis cíclica más, y en general ahora estaríamos más preparados para afrontar de mejor modo los retos que se nos plantean.
El mundo no puede seguir de esta forma, pero nada cambiará si no nos reinventamos como instituciones y como organizaciones, pero sobre todo, si no renacemos como personas. Autodescubrinos para para creer. Creer, para crear y para crecer. Necesitamos saber quienes somos y qué potencialidades tenemos, para creer más en nosotros mismos y ser capaces de crear y de crecer en un nuevo paradigma.
Mientras nuestros gobernantes piensan en todo esto y tratan de poner remedio algún día; personas y organizaciones tenemos que tomar ya, decidida y definitivamente las riendas de nuestro propio destino, porque el precio de no hacerlo es demasiado alto. Debemos realizar aquí y ahora ese gran cambio que es necesario, porque de ello depende tanto la competitividad de las segundas, como la competencia y la felicidad de las primeras: nuestro futuro, y el de nuestros hijos.
La voluntad y la inteligencia del ser humano, unidas al dinamismo y a la capacidad de reinvención de las empresas, pueden hacer de estas últimas ese espacio de crecimiento que el sistema no nos proporciona. Una nueva concepción de la empresa que suponga el primer embrión de un definitivo sistema capaz de catapultarnos hacia una nueva vida más justa y mejor para todos. Esto sí está en nuestras manos, en las todos y cada uno de nosotros.
Dejemos pues de lamernos las heridas y de mirar siempre la paja en el ojo ajeno, y asumamos con determinación las riendas de nuestro propio destino, pues de momento nadie va a venir a salvarnos. Sellemos un compromiso personal con nosotros mismos y con los demás; también con nuestros hijos. Si la transformación es posible, lo es únicamente desde la actitud responsable y comprometida de cada individuo. El sistema terminará por cambiar aunque sea a remolque de la iniciativa de la sociedad y de la empresa privada.
Actuemos pues como seres humanos, y también como organizaciones. Como personas, propóngo que no nos centremos tanto en alcanzar la felicidad, como en vivir conforme a una causa mayor: un propósito de vida acorde a nuestra propia esencia, que a la postre y sin pretenderlo como un objetivo a alcanzar, estoy convencido de que es lo que nos proporciona un mayor bienestar y más allá que eso, la ansiada felicidad; al menos así lo será para los que somos más afortunados, pienso ahora en el tercer mundo. Ello sin duda, requiere de confianza, valentía y fortaleza para mirar bien adentro, y ser capaces de sacar el coraje para enfrentarnos a nuestros miedos, complejos, y creencias, para finalmente derribar ese muro transparente que otros han construido a nuestro alrededor, y que limita nuestra vida a ser vivida en un guión escrito por todos, menos por nosotros mismos. Hablo de ser completamente libres, de un auténtico renacer como personas.
Debemos abrir mucho más nuestras mentes, para poder salir de nuestros paradigmas limitadores, y evolucionar hacia la integración como alternativa a la conciliación. Si somos capaces ver en el trabajo una oportunidad para descubrirnos a nosotros mismos, entonces todo cambiará: no afrontaremos nuestras responsabilidades diarias desde la resignación, sino desde la ilusión y el compromiso; y no tendremos dos vidas opuestas que tratar de conciliar, sino una única vida plena que vivir.
Seremos mucho más felices y útiles a la sociedad.
Como organizaciones debemos asumir con mayor responsabilidad la demanda de la sociedad, para seguir generando empleo, riqueza y bienestar. Para ello deberemos tomar conciencia del extraordinario valor que posee el ser humano sólo por el hecho de serlo, y del incremento exponencial que hace de este, cuando es parte de un equipo. Hacer de nuestras empresas un auténtico «Gran Equipo», es un reto tarea de todos, porque es necesario y bueno para todos, con independencia del rol que ocupemos en nuestra organización. Esto es lo único que puede dirigirnos a buen puerto en este entorno oceánico: el valor del equipo.
Parto del convencimiento de que en el camino y no en la meta está el éxito. Al igual que ocurre con la felicidad y la competencia personal, la competitividad empresarial no tiene tanto que ver con una meta a alcanzar, como con un camino por recorrer. No debemos centrarnos y obsesionarnos con las metas pues se dará la paradoja de que según el modo en que seamos capaces de recorrer juntos el camino, estas llegarán a nosotros en forma de resultado. Disfrutemos pues con responsabilidad el camino, tratando de aprender de las dificultades y de aprovechar al máximo las oportunidades, que al actuar de este modo se harán más visibles para todos.
Y hagamos del amor un modus vivendi. Una actitud libremente entendida y elegida como actitud vital. Necesitamos aprender un lenguaje algo especial, y el mejor maestro en este caso es el amor: el lenguaje del compromiso. Una única palabra «YO», un solo gesto «levanto mi mano». Tan aparentemente fácil, como dificil de llevar a la práctica. Quizá este sea el lenguaje que menos palabras tiene y que más dificil resulte de hablar en todo el mundo. Quien pronuncia «YO» o levanta la mano en el lenguaje del compromiso, asume libre y conscientemente un reto. Quien pronuncia esta única palabra sabe que da un paso adelante, que se situa en un punto de no retorno. Un paso que significa creer firmemente en algo y estar dispuesto a luchar por conseguirlo. Un único gesto que asume implicitamente esfuerzo, disciplina, perseverancia, confianza en uno mismo y en los demás, para hacer posible una causa mayor…. Es el significado profundo de esta única palabra, el principal obstáculo para hablar este lenguaje universal: es el imponderable a salvar. Mucha gente dice conocer el valor de las personas, pero no todos hablan el lenguaje del compromiso.
Debemos pues abrir las mentes para comprender que el amor lleva al compromiso. Y que más allá de un sentimiento de apego o afecto intenso hacia una persona, es una actitud hacia los demás. La actitud de amar es la actitud de dar, y darse a los demás desde una vocación de servicio: motivar, ayudar a otros a descubrirse a sí mismos, a reconocer sus capacidades y a ponerlas en valor. Amar significa: respetar, valorar, no prejuzgar, reconocer el esfuerzo, perdonar los errores, ser paciente e indulgente, y apreciar a la gente tal y como es. Ama también quien exige disciplina y responsabilidad, quien no lo haga, no te ama. Amar significa, dar. Pero la grandeza del amor verdadero, es que devuelve con creces. Una organización que sea capaz de aflorar y canalizar el amor, será una organización mucho más competitiva, y su gente será mucho más competente y feliz, que a fin de cuentas es lo que necesitamos para cambiar el rumbo.
A un nivel mayor y haciendo un juego de palabras, propongo la transición desde el Capitalismo hacia el Capital-humanismo, como doctrina que propugna la necesidad de alcanzar un equilibrio entre el legítimo beneficio económico de las empresas y el no menos legítimo bienestar de las personas.
Crecer juntos, vivir el camino, y comprometernos desde el amor: esta es en síntesis mi visión sobre la vida misma, y sobre el mundo de las organizaciones, algo que me apasiona y que me hace feliz. Desde una firme creencia en ella, es desde donde creo nuevos paradigmas, modelos, herramientas y metodologías de desarrollo, que pongo al servicio personas y de organizaciones. Si pudieramos compartirla al menos en buena parte, quizá hoy mismo las cosas empezarían a cambiar.
Metodología
Crecer, caminar y amar hacen parte de una serie de triadas que se relacionan, integran y dan forma a la metodología Growth Management.
Integrar, desarrollar y poner en valor dinámicamente estos 3 elementos, marca la diferencia entre lo que un líder logra y lo que realmente puede lograr con su equipo, así como el modo en el que una organización puede crecer más eficazmente desde las personas, mejorando su proyección y resultados.
Ignacio Bernabé es Presidente de The Growth Management Science, Co, consultora especializada en la gestión del crecimiento de personas, equipos y organizaciones. Creador del Growth Management, un modelo aplicado en más de 20 países y New York Award al mejor Management Speaker Internacional entre otros reconocimientos, es uno de los más importantes expertos españoles de referencia mundial por su contribución desde nuevas perspectivas humanistas, y uno de los conferenciantes y coaches más solicitados por las grandes compañías.
The Growth Management® Science Company
www.thegrowthmanagementscience.com
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